Friday, January 9, 2009

Ralph Rucci


Ralph Rucci es la criatura mas extraña en esa extraordinaria fauna que es la moda norteamericana. A diferencia de Ralph Lauren, Calvin Klein o Donna Karan, Rucci nunca ha mostrado el menor interés por construir un imperio, tampoco quiere millonarios financieros a sus espaldas como Marc Jacobs o Zac Posen, ni busca seducir a la prensa como Michael Kors o Proenza Schouler. En el colmo de su rebeldía, durante los últimos cuatro años este diseñador ha presentado sus colecciones durante la semana de la alta costura parisina, ese difícil y complicado terreno donde el último americano presente fue Mainbocher en los días que precedieron la Segunda Guerra Mundial y donde el más simple de los vestidos tiene un precio que comienza en los 15 mil dólares.

Por lo mismo, Rucci no es el más rico o famoso de los diseñadores, pero es, quizás, el más satisfecho con su carrera. “Mi éxito, que parece del día a la mañana, me ha tomado 22 años”, dice desde su atelier en la Séptima Avenida en Nueva York . En esos 22 años, ha vestido a algunas de las mujeres más elegantes y glamorosas del mundo, una larga lista que incluye celebridades como Martha Stewart, iconos de la moda como Deeda Blair y celebridades como Sarah Jessica Parker. Sus diseños se venden en Neiman Marcus y Saks Fifth Avenue, entre otras grandes tiendas, y aunque su colección de “ready to wear” es un éxito, él sigue trabajando con la precisión, la dedicación y la intimidad de un “couturier”. “No hay grandes diferencias entre nuestra alta costura y nuestro ready to wear”, dice Rucci, “las dos líneas son igual de exigentes en su diseño y su ejecución”.

Mientras el alegre, frívolo y a menudo cruel mundo de la moda se agita a su alrededor, este diseñador- hijo de un carnicero de Filadelfia, ex-estudiante de Filosofía y poseedor de profundas convicciones religiosas- se mantiene a un lado, completamente concentrado en su trabajo en la soledad de su taller. Aunque tiene colaboradores, no descansa, como tantos otros, en la creatividad de asistentes o aprendices, y seria imposible encontrar una foto de él, copa de champagne en mano, posando frente a las cámaras en alguna fabulosa fiesta. “No tengo ningún contacto con editores, celebridades ni con el snobismo que rodea a la moda”, asegura, "Tengo amigos que son editores, pero son mis amigos no por su trabajo, sino porque son personas con las que tengo algo en común. No voy a fiestas de moda o eventos. No las encuentro interesantes”.

Este bajo perfil premeditado tiene sus costos. Hasta hace unos años, a pesar de la calidad de su trabajo, era prácticamente un desconocido y aparte de algunas fieles clientas que lo mantenían como el secreto mejor guardado de Park Avenue, eran pocos los que sabían de su existencia. Poco antes de su primer show en París, su situación financiera era tan inestable que se vio obligado a pedir asistencia social para pagar su arriendo. “Ahí estaba, perfectamente vestido, en la cola de la oficina de asistencia social junto a drogadictos y madres adictas al crack que buscaban la misma ayuda que yo”, contó, sonriendo, en una entrevista con “The New York Times” en el 2002.

Pero las cosas han cambiado desde entonces. Su negocio ha crecido en un 60 por ciento de promedio en los últimos anos, y ahora la primera fila de sus desfiles parece un “who is who” de la moda, con Glenda Bailey, de Harper’s Bazaar, y Andre Leon Talley y Anna Wintour, de “Vogue”, admirando la perfección de sus diseños.

-Cuando empezaste, ¿Esperabas que tu carrera fuera tan complicada?
-No, para nada. Pero abandoné mis expectativas hace muchos años. Todo ese “feed back” que ayuda tanto a los diseñadores a la hora de crear sus colecciones, nunca funcionó en mi caso. Durante años no conseguí que la prensa viniera siquiera a ver mi trabajo.

-¿Por qué te resulto tan difícil?
-Siempre me he mantenido fuera de los “trends” de la moda, así que supongo que eso influyó. Pero durante todo este tiempo me he entrenado para mantener mis convicciones, mi propia personalidad y respetar las normas por las que rijo mi vida y mi trabajo. En 1993 me di cuenta que la presencia de la prensa no me importaba. Los que estaban ahí, estaban ahí. “Vogue” ya no me importó, y me sentí muy cómodo en esa situación.


-¿Cuál ha sido el efecto de París en tu trabajo?
-Decidí mostrar en París por dos razones. Primero, quería probarme a mí mismo en el mundo de la alta costura, pero en el sentido de crear colecciones con esa técnica, no lanzar fantasías a la pasarela. El segundo aspecto fue definitivamente comercial. Me di cuenta que nuestro trabajo en ‘ready to wear’ era significativo, pero no estaba recibiendo ninguna atención. Mi presencia en la alta costura parisina- especialmente por el tipo de público que asiste a los shows- hizo que Nueva York tomara conciencia de nuestra existencia.

-¿Que tan seguro te sentías cuando presentaste por primera vez en París?
-Estaba aterrado. Uno no hace un traje de diez mil dólares para que la cliente vaya a la tienda y lo compre. Hay probarse a sí mismo. Recuerdo que quería cambiar todo a solo horas del show; quería demostrarle a los franceses que estábamos tomando esta empresa en serio. Hice todos los ‘fittings’ en el Ritz, y ahi fue donde recibimos a ‘Le Figaro’, ‘Le Monde’ y al resto de la prensa. Me sentía muy paranoico.

-¿Que tan bien conocías la escena de la moda parisina?
-No la conocia en absoluto. Era mi primera vez y además sentía cierta resistencia sobre todo el ambiente que rodeaba a la alta costura. Me sentía muy sensible. Imagínate estar en París, en el Ritz, mostrando couture después de tantos años de lucha horrorosa para sobrevivir….Lloré constantemente. Era un atado de nervios. Pero también tenia una enorme confianza en mi mismo; no una confianza egocéntrica, sino en que mi trabajo estaba listo para ser sacado a la luz y juzgado.

-¿Tu filosofía de trabajo no te hace sentir como un ‘outsider’ en la moda americana?
-Definitivamente no me siento un ‘insider’. No sé que lugar ocupo en la moda americana, pero me siento muy cómodo donde estoy. En general no me gustan los grupos ni las multitudes.
-Incluso en tus anos más difíciles, siempre tuviste una estrecha relación con tus clientas…
-Lo que me mantuvo firme durante ese tiempo fue mi trabajo, mi devoción religiosa y mi relación con mis clientas y mis funcionarios. Tengo gente que trabaja conmigo desde hace 25 años. Creo que la pasión de mi ‘staff’ y la lealtad de mi clientela es la prueba mas clara de mi éxito. Yo estudie Filosofía en la Universidad y siempre supe que, a pesar de todas las evidencias que decían lo contrario, al final todo saldría bien. Era lo lógico, y por eso no perdí en ningún momento mi concentración.

-¿Cómo buscas inspiración antes de crear tus colecciones?
-La inspiración viene de todas partes. Puede ser una mujer sosteniendo un cigarrillo. No me gusta tener referencias exclusivas, sino que son muchas que están unidas por un hilo que no veo hasta que la colección esta terminada. Es un proceso muy difícil y que te pone muy nervioso. No sabes exactamente que estas haciendo hasta el final.

-¿Cuál es tu relación con tus clientas?
-Es esencial en mi trabajo y colaboro personalmente con cada una de ellas. Aprendo de ellas. Visto a algunas leyendas de la alta costura que me han enseñado muchisimo. Como dijo Givenchy una vez, una prenda de couture jamás debe lucir como cosida a mano. Debe ser, en su esencia, ligera y no parecer sobretrabajada, aunque se trate de un abrigo de visón. Mis clientas están acostumbradas a este tipo de trabajo, saben como observar una colección de couture y adaptarla a su cuerpo y su estilo de vida. Es muy interesante, y me siento tan honrado de trabajar con ellas…Y por favor no me preguntes nombres. Nunca, nunca menciono el nombre de mis clientes. Encuentro que es una practica vulgar. Si ellas quieren hablar de mí, es su decisión, pero siento escalofríos cuando los diseñadores hablan de sus clientas.

-Debes sentir muchos escalofríos últimamente…
-¿Ultimamente?…No sé cuando se decidió que Hollywood seria una plataforma para la moda. Años atrás, las entregas de premios del cine eran verdaderamente una brújula de estilo, porque las estrellas tenían cierta credibilidad en ese aspecto. Pero ahora es absolutamente transparente que las estrellas aparecen en vestidos, joyas y zapatos prestados, sin individualidad ni estilo propio. Tuve la suerte de vivir en Nueva York en los años en que alguien como Diana Vreeland entraba a un salón con un colmillo de tigre colgado al cuello. O Elsa Peretti en un ‘catsuit’ de cashemere negro, dos metros de perlas y una bolsa de papel en su mano, como un objeto de arte, Vi a Gloria Guiness, Babe Paley…¡Eso es estilo!.

-¿Es posible ser elegante sin gastar una fortuna?
-Claro que sí. Todo depende del estilo personal. El dinero no tiene nada que ver con el estilo. Yo nunca he hecho ropa desde un punto de vista elitista, pero uso telas y una técnica que las hace caras. Mis colecciones tienen un aspecto que va mas allá del financiero, Tienen inteligencia. Yo no visto a mujeres que buscan un ‘couture’ teatral, no vienen a visitarme y a menudo encuentran que mi trabajo es innecesario.

-Ha habido innumerables discusiones sobre el futuro de la alta costura…
-La alta costura va existir siempre, porque los seres humanos estamos constantemente buscando ropa que siga las irregularidades de nuestro propio cuerpo. Cuando una mujer va a la modista de su pueblo, eso es couture. La alta costura no solo existe en París, sino en todo el mundo. Son individuos que buscan otros individuos para que les creen prendas a medida y hecha a mano. La pregunta es si la alta costura parisina sobrevivirá. A mi modo de ver, la alta costura que es creada solo para vender perfumes o barniz de uñas, debe parar. Eso no es alta costura.

2006

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