Friday, January 9, 2009

Meryl Streep



Con el pelo perfectamente blanco y ondulado, envuelta en abrigos de piel de Denis Basso o Fendi, montada en altísimos tacones de Manolo Blahnik, luciendo joyas de Fred Leighton y con una cartera Prada colgada de su hombro, Meryl Streep- se rumorea en Hollywood- parece en camino a recibir su decimocuarta nominación al Oscar por su rol de Miranda Priestley en “The Devil Wears Prada”.

Miranda, como sabe cualquier “fashionista” de Buenos Aires a Tumbuktú, es la fría, cruel, déspota, exigente e irresistiblemente chic editora de la revista “Runway”, una “Biblia de la moda” imaginaria creada por Lauren Weisberger, una periodista y escritora que convirtió sus once meses de trabajo como asistente de Anna Wintour- editora en jefe del “Vogue” americano- en el best seller que inspiró la película.

Sin embargo, entre el filme y la novela hay grandes diferencias. Mientras la Weisberger retrata a Miranda simplemente como un demonio vestido de Prada, la Streep, que tuvo completa libertad para crear su personaje, decidió darle un carácter mas humano, más complejo y, por lo mismo, aun más aterrador, el tipo de mujer que con solo una mirada o una orden susurrada puede dejar a cualquier subordinada al borde de las lágrimas.
“No la veo como una mujer cínica ni amargada”, dijo la actriz recientemente durante nuestra entrevista en Nueva York, “Tampoco la veo como una villana. Creo que es una mujer profundamente infeliz cuya mayor satisfacción viene de su trabajo. Pero la satisfacción profesional, por supuesto, puede ser a veces muy vacía, y su felicidad no es aparente para el resto del mundo”.

Radiante a sus 57 años recién cumplidos y elegantisima en un traje café de chaqueta y pantalón de Valentino, la Streep confiesa que la moda y sus vaivenes están lejos de sus preocupaciones y que esto de vestirse diariamente con la coraza “fashion” de su personaje no le resultó muy agradable. “Aparezco con 60 tenidas diferentes en la película”, explica con cierto aire de frustración, “!Teníamos carteras de 12 mil dólares! ¡Es de locos! Vestirme como ella fue como usar un traje de submarino todos los días. Para algunas mujeres puede parecer algo maravilloso, pero no para mí. Lo sentí como una camisa de fuerza”. Ella es, agrega, una mujer de “jeans y T-shirts”, y por eso dejó el “look” de Miranda en las experimentadas manos de Patricia Field, la estilista y diseñadora que en los últimos años obtuvo considerable fama creando los guardarropas de las protagonistas de “Sex & The City”.

Aunque decenas de diseñadores prestaron sus creaciones, hubo otros que se negaron, posiblemente aterrados por las eventuales represalias de la Wintour. “Si no hubiéramos tenido esa colaboración no podríamos haber hecho la película", señala la estrella, “El presupuesto que tuvimos para guardarropa fue ridículo (100 mil dólares, de acuerdo a informaciones de prensa). Era como hacer una película sobre la conquista espacial en un garaje de New Jersey. Absolutamente imposible”.

Pero los temores de herir la sensibilidad de la editora de “Vogue” parecen, después de ver el filme, injustificados. Meryl Streep no muestra ni el aspecto ni los modismos de Anna Wintour- supuestamente la fuente de inspiración para el personaje de la Weisberger- y su Miranda fue creada como una mezcla de otras legendarias editoras de moda como Diana Vreeland, Liz Tilberis y Polly Mellon. “Nunca fue mi intención interpretar a Anna Wintour. Me parece muy poco interesante copiar a otra persona. Quería tener la libertad de inventar mi propio personaje”, dice Meryl, sonriendo, “No tenemos suficientes mujeres en situaciones de poder que me sirvieran de inspiración, y por eso la mayor parte de las características del personaje vienen de hombres que he conocido durante mis años lidiando con Hollywood. Sé que el libro está basado en la visión de una asistente de Anna Wintour, pero no quería filmar un documental sobre ella. Para ser honesta, no sé nada de ella…”

De hecho, ambas se conocieron recientemente durante una proyección de la película realizada en el Hotel St. Regis de Manhattan. Inmediatamente después la editora se acercó a la actriz, la saludó y le comentó que el filme le había parecido “entretenido”. Dicho esto, dio media vuelta y salió del lugar sin posar para los fotógrafos.

Aunque “The Devil Wears Prada” es un festín de zapatos, vestidos, carteras y accesorios servido en medio de galas y fiestas, penthouses y magnificas oficinas llenas de flores, el director de la película, David Frankel, su guionista Aline Brosh McKenna, y los actores decidieron que era una buena oportunidad para hablar sobre feminismo, poder, fama y los peligros de un mundo donde, como ocurre en “Runway”, la “mejor dieta es no comer” y “la talla 2 es la nueva talla 6”. Este es un universo que Meryl ha evitado con tanta energía como éxito, y después de tres décadas de carrera sigue siendo una de las estrellas más celebres y más privadas de Hollywood. Cuando no está trabajando, vive una existencia sorprendentemente simple en su casa de Nueva York junto a su marido, el escultor Donald J. Gummer- con el que se casó en 1978- y sus cuatro hijos, Harry, Mary, Grace y Louisa.

-¿Cómo te las has arreglado para combinar fama e intimidad?
-No tengo una respuesta para esa pregunta. Quizás ahora las cosas son distintas para la nueva generación. No conozco las presiones que existen sobre las actrices jóvenes para que abran sus vidas y sus blusas a la prensa y los fotógrafos. Creo, sin embargo, que todavía debe haber oportunidades para decir “no”, pero quizás no tendrían una carrera…. ¿Quién sabe? Creo que para ellas este es un mundo muy duro, porque los errores que cometen son muy públicos y hay personas que ganan mucho dinero con ellos. Hoy en día, pareciera que lo primero que tienes que hacer para triunfar en Hollywood es posar desnuda en la portada de “Vanity Fair”.

-Tu perdiste peso para este rol. ¿No estás ajena a las exigencias de Hollywood para con sus actrices?
-No fue algo premeditado. Mas que nada fue la ansiedad que me produjo este personaje. Hay gente que se me acerca y me dice, ¿No fue divertido interpretar a una villana? Y no, no fue divertido estar en el cuerpo de esta mujer. Quizás asumí demasiado las presiones que ella vivía, pero me pareció que eran parte central de la historia. Leí el guión, vi que esta era una profesional que estaba a punto de ser reemplazada, y entendí de lo que estabamos hablando. Sé bien lo rápidamente reemplazables que son las mujeres maduras en nuestra sociedad. Sentí lo que ella estaba sintiendo, y no fue agradable.

-¿Tienes miedo a envejecer?
-Tengo 57 años, he tenido mucho trabajo últimamente y espero que siga así.
-¿Tenias algún interés en la moda antes de comenzar a rodar “The Devil Wears Prada”?
-No tengo gran interés en tendencias ni modas, ni tampoco sigo lo que se presenta en las colecciones en Paris o Nueva York. Pero me interesa como se viste la gente, como cada uno se expresa a través de la ropa. Sé que la moda es una industria de millones de dólares, pero también lo es la ingeniería aeronáutica y eso tampoco me interesa.

-¿Te parece que Miranda tiene algo de feminista?
-Una de las cosas que admiro de ella es su habilidad para decir exactamente lo que quiere y lo que piensa, esperando siempre que sus órdenes se cumplan de inmediato. En ocasiones esto no es lo mas atractivo en una mujer y en general somos muy intolerantes al respecto. Me gusta que ella dedique tan poco tiempo a esas diplomacias que muchas mujeres usamos para lograr lo que queremos y para ocultar nuestros pecadillos. Siempre me ha interesado el fenómeno de que una misma frase, con la misma inflexión, suena completamente distinta en un hombre o una mujer. Cuando lo dice una mujer suena mas dura, es inaceptable, y eso es algo que me fascina. Quería investigar asuntos como ese en esta película.

-¿Si Miranda fuera hombre las cosas serian distintas? ¿No seria un villano?
-La segunda vez que vi la película, traté de imaginar a mi personaje como un hombre de 1.80 metros de altura, atractivo y con el pelo gris, y me di cuenta que viniendo de él nada de lo que se decía sonaba ofensivo. Las mujeres tienen que envolver sus requerimientos en un paquete especial. En el cine, los directores hombres no necesitan hacerlo. Las directoras mujeres, sí. Es la misoginia intrínseca de nuestra sociedad.

-¿Crees que las mujeres pagan un precio mas alto por el profesionalismo y la ambición? Miranda termina divorciada…
-Es un poco peligroso generalizar en este campo. La historia de Miranda no se aplica a todas las mujeres que tienen un trabajo importante, y la naturaleza de su matrimonio no es algo en que la película esté interesada. Eso no significa, claro, que no sea un problema. Para muchos hombres es muy difícil tener una mujer a su lado que gane más que ellos o que esté algunos peldaños mas arriba en la escalera profesional.

-¿Qué opinas de las encuestas que dicen que para una mujer profesional es más difícil lograr una vida plena?
-Estadísticas como esas mezclan la verdad con la necesidad de vender revistas y periódicos. Una puede hacer una encuesta, presentar los parámetros que le plazca y sacar sus propia conclusiones. Luego publica otra encuesta y llega a conclusiones distintas. Y en ambas ocasiones vendes periódicos, porque estás publicando algo controvertido. Por eso Ann Coulter siempre va a vender libros, porque siempre tiene algo negativo que decir. Estas cosas hablan más sobre el comercio editorial- el mundo de Rupert Murdoch-, que sobre la realidad de las mujeres. Cada mujer tiene su vida especifica y personal: un novio que quizás no es muy bueno, un trabajo mediocre, la frustración con su madre…Cada vida es individual.

.-¿Qué has sacrificado a cambio de tu éxito?
-Todos sacrificamos algo. Cualquiera que tenga un trabajo importante y al mismo tiempo planee formar una familia, tiene que tomar decisiones minuto a minuto. ¿Dónde está su tiempo? ¿Su concentración? ¿Su cerebro? ¿A quién están dedicadas sus horas? Esto es muy complicado, pero es algo que las mujeres saben hacer bien y por lo mismo creo que están muy bien preparadas para liderar al mundo en el futuro. Tienen la capacidad de dirigir su atención a quince lugares distintos simultáneamente. Hay algunas que se comportan como hombres, concentrándose en un solo problema, y aunque quizás avanzan más rápido, también pierden conciencia sobre el contexto de las cosas. Una mujer debería ser capaz de percibir el mundo en 360 grados.

-¿Cómo reaccionas cuando otros actores, como ocurrió en esta película, se inhiben frente a ti?
-No sé muy bien como enfrentar ese problema. Cada set es diferente. La verdad es que no siento el peso de la fama en mi misma; no tiene residuos en mi vida de hogar, en mi familia, ni en nada que tenga que ver conmigo. Puede que cree alguna interrupción en mi trabajo, sobre todo al principio, pero rápidamente se dan cuenta que soy una persona normal. La primera vez que olvido mi parlamento, me miran con desdén y dicen “ ¿La mejor actriz del mundo?”. Y ahora, con la edad, olvido mis parlamentos cada vez más a menudo- dice riendo.

-A estas alturas, ¿Qué le pides a la vida?
-No espero ningún regalo. Hasta ahora he sido muy bendecida y una nunca sabe lo que sucederá a la vuelta de la esquina.

-Miranda es muy exigente con sus asistentes. ¿Qué esperas tú de los tuyos?
-Hay una escena donde mi personaje le dice a su asistente, ¿Qué paso con ese papel que tenia ayer in mi mano?...Esas son cosas que yo también he dicho, pero mi asistente es fantástica y generalmente sabe de qué estoy hablando. Si alguien trabaja para mí, tiene que tener sentido del humor porque mi vida es trágicamente desorganizada. Sin embargo, siendo una actriz famosa, veo la reacción que cualquier requerimiento que haga tiene en el resto. Si pido un café, por ejemplo, la petición va de asistente en asistente y cada vez con más indicaciones. “No le gusta la leche”, “Prefiere Splenda, no Sweet & Low”, “Está demasiado caliente”, “Demasiado tibio”. Y esas son exigencias que yo nunca he hecho. Yo simplemente pido mi café.

Elle España, 2006

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