Saturday, January 10, 2009

Cindy Crawford


Cindy Crawford dice que sin dos horas de maquillaje y peinado, y más de un retoque en las fotografías, ni siquiera ella reconoce a la “Cindy Crawford” que desde hace casi dos décadas es uno de los rostros más identificables del planeta. Esto, claro está, tiene más que ver con cierta modestia que con la realidad porque, frente a frente, en uno de los estudios donde se grabó el nuevo comercial de “Ripley” en Los Angeles, Cindy Crawford se ve, bueno, exactamente como Cindy Crawford
Ahí están sus profundos ojos castaños enmarcados en un par de cejas bien delineadas que recuerdan a otra Crawford –Joan–, sus labios perfectos, sus envidiables pómulos, la melena oscura que cae sobre sus hombros con la naturalidad que sólo un corte de pelo de 500 dólares puede conseguir y, por supuesto, ahí está también el lunar junto a su boca que la convirtió en la superestrella de la moda y la publicidad. Su actitud es amistosa, pero más que nada profesional. Esta no es una mujer que dé entrevistas porque necesita publicidad, y cuando le recordé que hace algunos años obtuve siete minutos con ella –sí, siete– para promover un reloj, ella contestó con toda naturalidad: “¿Siete? ¡Eso es mucho tiempo!

Hay quienes dicen que Cindy, a los 38 años, ya no es lo que era. Pero su fama continúa indestructible, y apenas pone un pie en cualquier avenida del mundo, son muchos los que siguen gritándole “I love you”. A diferencia de otras supermodels, Cindy se preocupó de crear una marca con su nombre, y tuvo tanto éxito que a mediados de la década pasada “Vanity Fair” aseguró que su salario ascendía a entre siete y 12 millones de dólares al año.
Hoy día, según dice, su prioridad son sus hijos –Presley, de 5 años, y Kaia Jordan, de 4– y su marido, Rande Gerber, propietario de los bares “Sky” y “Whisky” en Los Angeles, Nueva York y otras ciudades norteamericanas. Aun así, su nombre sigue apareciendo insistentemente en los diarios y muchos continúan obsesionados con “la chica del lunar”.

–¿Todavía te interesa la moda y el modelaje? –Sí, creo que sí. Ahora que tengo niños, trabajo menos. Entonces, cuando lo hago, lo disfruto más. Me encanta ser madre, pero, cuando vengo a trabajar, es como si alguien me estuviera cuidando. Es trabajo, pero también es diversión. Es satisfactorio hacer algo para lo que tenemos talento, y yo sé hacer bien lo que hago. Me ayuda a mi autoestima.

–¿Pasas mucho tiempo con tus hijos?
–Sí, definitivamente. Pero además tengo mucha ayuda, de otro modo no podría trabajar. Hoy día, por ejemplo, mi marido está en la casa y tenemos una nanny también.

–¿Con qué criterio eliges tus trabajos?
–Lo primero es, por supuesto, que quieran trabajar conmigo. Eso es lo que sucede normalmente: los clientes me llaman a mí, no al revés. Veo mis horarios, porque no me interesa trabajar todos los días. El dinero, obvio, también es importante. Pero lo principal es que el proyecto corresponda a la marca Cindy Crawford, que tenga sentido con mi imagen. Por ejemplo, no creo que una campaña de cigarrillos tenga que ver con Cindy Crawford, sin importar cuánto dinero haya involucrado.

–¿Tu idea del éxito es la misma que cuando empezaste tu carrera?
–No. Nunca fui una de esas niñas que sueñan con ser modelos, ni siquiera se me había pasado por la mente. Cuando se presentó la oportunidad, la tomé porque pensé que sería una buena manera de viajar, ganar dinero, conocer gente famosa… Pero jamás pensé en esto como una profesión. En ese tiempo la carrera de una modelo terminaba a los 25, y después había que conseguir un verdadero trabajo. Pero la industria cambió y he sido capaz de envejecer y seguir siendo, si no una modelo, al menos un rostro. En estos días, cuando las empresas contratan a una modelo, lo que realmente buscan es una personalidad.

–¿Por qué no se ha repetido el fenómeno de las supermodelos como tú, Naomi, Linda, Christy…?
–Creo que se repetirá, pero aún no ha sucedido. La razón de la popularidad de las supermodelos de esa época se debió a que las actrices querían ser tomadas en serio, entonces se vestían muy sencillas, no querían ser fotografiadas ni aparecer en campañas de cosméticos. Las modelos ocupamos su lugar y dijimos: “¡Nosotras queremos ser glamorosas, queremos ser fotografiadas!”. Diseñadores como Versace quedaron encantados con la idea y, además, fue el inicio de la moda en televisión, que era algo que no existía hasta entonces. Por ahora es difícil que ese momento se repita, porque el mundo está obsesionado con las celebridades. Ha sido terrible para la nueva generación de modelos, porque en los últimos cinco años no han podido ocupar las portadas de las revistas.

–¿También ha afectado en términos económicos?
–Esa es otra razón por la que el fenómeno de las supermodelos no se ha repetido. Los diseñadores no quieren volver a pagar los precios que nos pagaban ni dar tanto poder a sus modelos. Versace nos pagaba una fortuna, nos hacía viajar en el Concorde, estábamos en primera clase en todas partes… Finalmente pensaron que no malcriarían a las nuevas modelos como lo habían hecho con nosotras. Yo, Christy, Claudia, Linda, Naomi, vivimos un momento muy especial, inolvidable.

–¿Todavía son amigas?
–Incluso cuando estábamos todas modelando, no trabajábamos demasiado tiempo juntas. Yo podía estar fotografiando trajes de baño en Tahiti, mientras Naomi estaba en Nueva York y Linda en Europa. Todavía mantengo contacto con Christy, pero es la única. Veo a Naomi a veces, pero llevamos una vida muy distinta. Aquí estoy yo, mamá con dos niños, y ella, bueno, sigue siendo Naomi.

– ¿La celebridad tiene algo bueno y algo malo?
–Lo bueno es que una puede conseguir una reserva en cualquier restaurante…

–¿Eso es todo?
–Bueno, si mañana fuera al aeropuerto y nadie me mirara, me sentiría extraña, he sido famosa por mucho tiempo. Hay un elemento en la fama que es muy satisfactorio para la autoestima, alimenta el ego, pero en mi vida cotidiana no aporta nada de valor. Cuando era más joven sentía la presión de responder a las expectativas que creaba mi imagen. La gente está acostumbrada a ver mis fotos con retoques, dos horas de peinado y maquillaje, y las personas reales nunca se ven así. Solía sentir que la gente iba a desilusionarse de mí y que nunca iba a ser capaz de cumplir con la idea que los demás tenían de Cindy Crawford. Pero una de las cosas buenas de envejecer es que te das cuenta de que eso no tiene mayor importancia.

–¿Lees lo que la prensa escribe sobre ti?
–A veces, cuando siento que lo necesito.

–¿Y lo que se dice de otras celebridades?
–Leo “People” y revistas así, porque quiero saber qué está pasando. De otro modo no tendría idea quién es Lindsay Lohan, porque nunca he visto sus películas, que son para adolescentes. No quiero ser uno de esos padres que preguntan ¿quién es Eminem? Quiero ser contemporánea, saber qué está pasando. Pero no creo todo lo que leo en esas revistas, porque he leído cosas sobre mí que son totalmente falsas.


–¿Cómo reaccionas cuando hablan mal de ti?
–Depende si son hirientes o no. Alguien escribió que mi marido me había propuesto matrimonio en un avión privado y que me tenía preparado mi plato favorito de frutas. Nunca he sido una de esas modelos que comen sólo fruta, y mi marido no me propuso matrimonio en un avión. Es mentira, pero no me afecta porque no es hiriente. Pero esto es algo que involucra a todo el mundo. Todos estamos expuestos a rumores y chismes. Lo único que me importa es no herir a mi familia o mis hijos. Además, la memoria de la gente se está haciendo cada vez más corta. Ahora los escándalos duran un día, es un proceso cada vez más rápido.

–¿Sientes responsabilidad respecto a lo que dices o haces sabiendo que hay tanta gente observándote? –Sí, no es algo que me guste, pero lo siento. Lo positivo es que puedo apoyar causas como la lucha contra la leucemia, que es un tema que me interesa porque mi hermano murió debido a esa enfermedad. Ser una celebridad me permite crear conciencia y recaudar dinero para esa causa. Lo negativo es que muchas veces prefiero mantenerme en silencio. La gente me pregunta, por ejemplo, por quién voy a votar, pero incluso si estuviera segura no lo diría. No quiero influir a nadie con mi opinión en temas en los que no soy una experta y por los que no siento pasión.

–¿Que tipo de temas te apasionan?
–El derecho al aborto, por ejemplo, o el cáncer de mama que es un tema de la mujer.

–¿Ves un fin a tu carrera?
–Creo que seguiré adelante mientras lo que haga tenga sentido con lo que soy. Si no es así, probablemente haría otra cosa.

–Tú siempre pareciste un poco lejana al mundo de la moda… ¿Es sólo una percepción o es verdad?
–Creo que es verdad, porque el modelaje siempre fue un gran trabajo, pero no era mi vida.

–¿Te gusta el mundo de la moda?
–Es el mundo que conozco, pero no respiro moda ni pienso en el tema todo el día. Además, durante las grabaciones o sesiones de fotos estoy rodeada de mi estilista, mi peluquero, que son también mis amigos. Es una vida agradable, pero al final del día digo “muchas gracias” y me voy a mi casa junto a mis hijos. Para mí, ha sido siempre muy importante mantener mi vida profesional separada de mi vida personal, y creo que las relaciones muy estrechas con la industria impiden que eso suceda. Nunca salí con un fotógrafo, no fui a fiestas con diseñadores y cosas así… Lo hice a veces, pero cuando terminaba, regresaba a mi casa.

–¿Esa es la forma en que te educaron?
–Estoy segura de que mi madre me mataría si sintiera que los humos se me fueron a la cabeza. Pero también es una cosa de personalidad. Yo siempre fui la modelo que estaba leyendo un libro en los “fashion shows”, en vez de estarme comportando como una diva. No sé, quizás se debía a que era insegura, aunque todo el mundo es inseguro en cierto modo. No creo en mi propia imagen. ¿Has visto cómo Naomi entra a una habitación y se apodera de ella de inmediato? Yo nunca fui así. Siempre pensé: “Qué bueno por ella, consigue todo lo que quiere porque lo pide”, pero mi actitud era totalmente distinta.

Cosas, 2006

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