Joaquin Cortes
“Este hombre es puro sexo”, dijo en una ocasión Elle McPherson refiriéndose a Joaquín Cortés, y cualquiera que lo haya visto hace pocas semanas sobre el escenario del City Center de Nueva York, agitando sus pies como mariposas sobre el tablao, jugando con su cabello largo y oscuro y luciendo orgulloso su torso desnudo mientras cientos de fanáticas enloquecidas gritaban su nombre, tendrá que estar de acuerdo. “Nunca he buscado el morbo en el público”, se defiende este bailarín de 35 años que, como dice sin falsas modestias, ha marcado “un antes y un después” en la historia del Flamenco. Sin embargo, su obvio atractivo físico es inevitablemente mencionado cada vez que la prensa habla de él y los críticos están lejos de ser los únicos que caen rendidos a sus pies. Sus romances con Naomi Campbell y Mira Sorvino fueron ampliamente publicitados, y entre sus fervientes admiradoras se encuentran Madonna, Emma Thompson y Jennifer Lopez, que apareció junto a él en su concierto de Puerto Rico en el 2002.
Almodóvar filmó sus encantos y talentos en “La Flor de Mi Secreto”, y el director italiano Bernardo Bertolucci, visiblemente emocionado frente a su presencia, escribió una oda para él.
Sin embargo, tanta adulación y halago parece haber tenido poco efecto en Cortés, que en persona habla y se comporta como el sencillo gitano que es. Sentado en la gigantesca terraza de un “loft” en el exclusivo “Soho Grand Hotel” de Manhattan, vestido en jeans, una camisa rosada sin mangas, lentes oscuros y su legendario pelo recogido en un moño, no se da aires ni de estrella ni de seductor. Y aunque al día siguiente visitaría la Casa Blanca para celebrar la “Cultura Latina en las Artes” junto a Antonio Banderas, Marc Anthony y Alejandro Sanz, entre otros, insiste que no es más que un “bailaor”. Un “bailaor” con talento y suerte, sin duda.
Cortés nació en 1969 en medio de una familia gitana de Córdova y comenzó a bailar desde que pudo pararse en dos pies. A los doce comenzó sus estudios de danza en Madrid, a los catorce ingresó al Ballet Nacional de España, y a los diecisiete ya era un aplaudido solista. Algo aburrido con las piruetas y tutús del ballet clásico, dirigió sus pasos a la danza moderna y trabajó junto a estrellas como Maya Plisetskaya, Silvie Guillem y Peter Schauffus en Europa, Asia y Estados Unidos. En 1992, cuando tenía apenas 23 años, creó su propia compañía, “Joaquín Cortés Ballet Flamenco”, y en cuestión de meses se convirtió en el bailarín español más célebre del mundo. “Gracias a mí cada vez hay más niños aprendiendo a bailar”, dice, “Antes los padres no querían llevarles a los conservatorios porque tenían miedo de que les salieran maricones, en cambio ahora los padres son los primeros en pedir clases de baile”.
“Live”, el show que presentó en Nueva York, es su cuarto espectáculo e, igual que los anteriores, ha tenido un impresionante éxito internacional. Pero el tiempo pasa, incluso para Joaquín Cortés, y aunque su cuerpo sigue envidiablemente firme y ágil él ya está pensando en el día en que no podrá- o no querrá- seguir a solas durante dos horas zapateando sobre un escenario. Por eso acaba de crear una nueva compañía, “Gitana Cortés Company”, con la que está planeando un espectáculo de 60 personas que piensa presentar en Broadway y teatros europeos. También, según dice, está pensando pasar más y más tiempo en Nueva York. “Ya estoy mirando departamentos que me están localizando y, en principio, voy a arrendar uno por un año y vivir entre Nueva York y Madrid. Esta es una ciudad donde ya viví dos o tres meses hace un tiempo, pero tuve que volver a España por problemas familiares y lo dejé todo. Ahora que estoy tranquilo y tal, me apetece volver”.
-¿Para ti no es mejor estar en España, donde en Flamenco se aprecia más?
-Aquí también se aprecia muy bien. Entiendo tu pregunta, pero parte de una equivocación. Yo llevo veintitantos años viajando por los cinco continentes, y la reacción que la gente tiene frente al Flamenco, o a mí bailando al menos, es igual en todas partes. Cuando bailo en Chile, en Tokio o Nueva York, consigo los mismos aplausos que en España. Donde vaya, la gente entiende y vive el Flamenco.
-Sin falsas modestias, ¿Eso se debe a ti o al flamenco?
-Yo he creado un estilo propio y personal que es una fusión de flamenco, jazz y música latinoamericana que me ha permitido llevar este baile a las masas, algo que en el flamenco no existía. Es verdad que hay un antes y un después y que no podemos comparar, pero yo te hablo de mi propia experiencia. No sé como le ira a un bailarín de flamenco desconocido que llega a Nueva York y actúa en un local para doscientas personas. Yo he hecho el Radio City Música Hall para siete mil personas, el City Center, hemos trabajado en el Metropolitan Opera House, y siempre se ha llenado. No sé por qué…Quizás es porque han visto un espectáculo de calidad y han salido emocionados. Pero yo no me puedo quejar. Pero lo que te quiero decir es que, en mi caso, no me siento necesariamente más cómodo en España.
-Tu espectáculo ha sido exitoso, pero muy criticado por los puristas del Flamenco…
-Eso fue en un principio. Llevo quince años como persona conocida, viajando por todo el mundo, y al principio los puristas me trataron mal, cosa que entiendo y no entiendo a la vez. Lo entiendo, porque piensan que lo mío no es lo puro, lo verdadero. Pero por otro lado no aceptan que nadie haga algo nuevo. Entonces llego yo, con veinte años, y me convierto en el héroe nacional, un revolucionario. Pero el tiempo, como dicen, le da la razón al que la lleva. Yo, independiente de las críticas, he seguido adelante con mi carrera y he cambiado la historia del flamenco. Hoy día la mayoría de las compañías de danza de mi país imitan a Joaquín Cortés, porque es sinónimo de éxito. Además, ¿Qué es la pureza? Yo me siento cien por ciento puro como Joaquín Cortés, porque he creado algo propio. Esta es la manera que yo siento la danza. Cuando yo empecé había dos compañías de baile en España, porque la danza era un tema que a nadie le interesaba. Hoy puedo citarte treinta nombres de compañías. ¿Y eso a quién se debe? Parece petulancia por mi parte pero todo el gremio se ha beneficiado de mi tirón.
-¿Que tiene de común el flamenco con el jazz o la música cubana?
-Yo creo mucho en el mestizaje cultural, que es algo que me ha gustado desde niño. La danza es un idioma como cualquier otro, y tengo la suerte de haberme cultivado en muchos idiomas distintos. Hice ballet clásico, contemporáneo, danza española, flamenco…entonces eso me ha llevado a crecer y crear algo que siento muy natural. Eso me permitió convertirme en estrella desde muy joven, a los veinte años.
-¿Con tanto éxito y tan temprano, es difícil mantener una carrera en el tiempo?
-Lo más difícil es mantenerse. Hay mucha gente que le cae bien a los medios de comunicación y en un dos por tres lo ponen arriba. Mantenerse durante quince años, vivir los altibajos propios de una carrera, y seguir haciendo grandes espectáculos es muy complicado. Y eso pasa en cualquier profesión. La mayoría pega un “boom” y desaparece en dos o tres años.
-Como bailarín, ¿Te molestan tus 35 años?
-Mira, te voy a decir una cosa: cuando tenía veinte estaba bien, pero lo increíble es que a estas alturas me siento mucho más fuerte que entonces. Ahora estoy haciendo un show que no podría haber hecho a los veinte. Ahí estoy, durante dos horas, solo sobre el escenario, sin parar de taconear. Estoy en un momento físico increíble. Yo no sé cuando me voy a retirar, quizás en un año o cinco, pero no pretendo retirarme a los sesenta aunque tenga éxito. Quiero retirarme en un tiempo prudente, porque me doy cuenta que los años pasan. Con la edad se pierde poco en el Flamenco; posiblemente frescura, pero se gana muchísima madurez, sabiduría y experiencia.
-¿Que te gustaría hacer después?
-Me estoy metiendo en muchas cosas. Soy empresario, productor, acabo de crear una compañía nueva, “La Gitana Cortés Company”, para darle oportunidades a los nuevos músicos españoles, y estoy en el mundo de la publicidad y la moda. Quiero hacer todo lo que pueda. Yo creo que integrar el flamenco a otras artes es bueno.
-¿Siempre te interesó la moda?
-Claro que me interesa, porque forma parte de mi vida. Es algo que me divierte, pero que me ayuda también a crecer como artista. Yo soy un creativo, y mientras más colabores con cineastas o diseñadores, más recibes para crear. Te conviertes en una esponja.
-¿Cómo surgió tu colaboración con Giorgio Armani?
-Eso fue hace muchos anos, cuando estaba grabando un programa en la Piazza Navona en Roma. Era un desfile con 300 modelos y cinco diseñadores, donde estaban Armani, Valentino, Krizia, Versace, Gianfranco Ferré…. Al final todos los diseñadores estaban emocionados y me querían vestir, invitarme a comer, conocerme. Y yo no sé por qué, pero establecí una muy buena relación con Armani, entendí que su filosofía era parecida a la mía en lo que se refería a la moda y la danza, y me interesó nuestro contraste de estilos. Para mi Armani es un tío muy elegante, muy minimalista, y eso combinado con la pasión y la fuerza del flamenco es algo que funciona muy bien. Es como crear un animal elegante.
-¿Tiene también que ver con tu imagen de símbolo sexual?
-El flamenco despierta imágenes de exotismo en el extranjero. Para los gringos ver a un hombre sudando y zapateando es muy sensual, muy erótico Hay mucha sensualidad en el flamenco, y su música es muy agradecida del cuerpo, muy racial, muy caliente. Eso hace que la gente se emocione y empiece a buscar ese lado erótico y sexy. Tu sabes que los gitanos somos de la India, y ahí los brujos y hechiceros bailaban con el torso desnudo. Por eso se me ocurrió hacer un poco de historia, escarbar en mis raíces en mi segundo show, y sacarme la camisa. Salí al escenario con una falda negra larga, el pelo suelto y el torso desnudo. La gente se enloqueció, las mujeres gritaban y los hombres también. La mayoría estuvo a favor del espectáculo, pero los puristas alegaron que era una provocación y una herejía. Pero los bailarines clásicos bailan con el torso desnudo y no pasa nada, y hay bailarines contemporáneos que han aparecido desnudos. Entonces, ¿Por qué tanto escándalo?
-¿Te sientes cómodo como sex symbol?
-Ni cómodo ni incomodo. A mí me gusta sacar el máximo partido en todo lo que hago. Si hay gente que va al teatro a buscara un sex symbol, pues bien, que vengan, porque después que vean el espectáculo van a encontrarse con algo más que eso. Se van a encontrar con un muy buen bailarín, con buena técnica y preparación. Si puedo usar mi sensualidad para atraer más aficionados a la danza, que así sea. Mi deber como artista, como profesional y como amante de la danza es crear adictos. Me da lo mismo ser o no sexy, siempre y cuando atraiga al público.
-¿Eres tan seductor como comentan?
-Yo no soy el típico tío que entra en una discoteca con un cartel en la frente que dice: busco hembra para follar. En ese sentido soy especial porque no llevo cartelito ni voy de follador. Así que las chicas normales se acercan. Yo puedo tener un día loco de los que se te cruza el cable y sales a pillar cualquier cosa, pero normalmente no voy a saco, soy más especial.
-¿Eres machista?
-Mi lado machista está ahí, lo he mamado y no lo puedo borrar de la noche a la mañana. Yo nunca me he metido en la cocina ni he puesto la mesa porque en casa eso lo hacían las mujeres. ¡Si no sé freír ni un huevo!
-¿Te ha beneficiado estar tan involucrado con el mundo de la farándula?
-No sé si me ha beneficiado o perjudicado. En España no me dejan tranquilo y eso es terrible. La prensa rosa me parece patética. La verdad es que no me siento parte del famoseo español, porque lo que tengo me lo he ganado a pulso y no por salir en las revistas junto a famosos. Me molesta ser uno de los pocos españoles con proyección internacional y que aun así digan que lo mío es puro cuento.
-¿Con una carrera como la tuya, es difícil tener vida personal?
-He intentado llevarla adelante, pero siempre ha estado en segundo plano porque no he tenido tiempo. La suerte de ser dueño y señor de tu propia carrera, es que de pronto puedes tomarte tu respiro y pasar tiempo con tu familia y la gente que quieres. Pero por mi trabajo, ha sido duro. No he parado durante años, he viajado por todo el mundo. Pero solo tengo 35 años, me siento muy joven, y ahora puedo decidir cuando quiero bailar y cuando no. Tengo libertad y puedo dedicarme a mi vida privada.
Cosas, 2005
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